La evolución en el estudio y la práctica de la neurorrehabilitación nos ha conducido desde planteamientos centrados en la respuesta refleja del sistema nervioso (enfoques reflexógenos) y en la jerarquía de control (teorías jerárquicas y evolutivas), hasta modelos que contemplan de manera global la interacción entre la persona, la tarea y el entorno (enfoques sistémicos y dinámicos). Dentro de esta última visión, las teorías ecológicas enfatizan, por encima de todo, el rol del contexto y la tarea en la generación y mantenimiento de la conducta motora, estableciendo que el movimiento no ocurre en aislamiento sino que está condicionado por la percepción y las oportunidades que el entorno ofrece.
Antecedentes: de lo reflexógeno a lo sistémico
Teorías Reflexógenas
Desarrolladas en la primera mitad del siglo XX, consideran que el estímulo externo desencadena una respuesta automática y que la suma de estos reflejos conduce a patrones más complejos de movimiento. De esta forma, la patología neurológica se atribuía a una alteración en la integración o modulación de esos reflejos.
Modelos Jerárquicos y Evolutivos
Más adelante, Jackson y otros investigadores desarrollaron la noción de jerarquía en el control motor: la corteza (niveles superiores) ejercía control sobre zonas subcorticales (niveles inferiores), y la lesión en estructuras superiores liberaba la actividad refleja de niveles arcaicos. En paralelo, surgieron teorías evolutivas que incluían la progresión de etapas (o hitos de desarrollo) bajo un orden secuencial. Desde esta perspectiva, la patología se describía como la incapacidad de completar o integrar adecuadamente esas etapas o hitos en el tiempo esperado.
Teorías Sistémicas y Dinámicas
A partir de los años 70 y 80, investigadores como Bernstein, Shumway-Cook y Woollacott comenzaron a integrar a la persona dentro de un sistema más amplio. El movimiento se concibe como emergente de la interacción entre individuo, tarea y entorno, destacando la importancia de los grados de libertad y la autoorganización del sistema nervioso y musculoesquelético. Se rescata la idea de que pequeñas variaciones en condiciones ambientales pueden producir grandes cambios en los patrones de coordinación. Así, la terapia deja de entenderse como corrección de reflejos o liberación de patrones corticales y pasa a contemplar la reeducación del movimiento en contextos funcionales.
Principios de la teoría ecológica
Episodio sobre teorías ecológicas en control motor en Spotify
La teoría ecológica retoma varias de las aportaciones sistémicas, pero desplaza de forma aún más marcada el foco al entorno y las actividades significativas. Sus bases se inspiraron, entre otros, en el trabajo de James y Eleanor Gibson sobre la percepción directa y las affordances (oportunidades de acción que ofrece el ambiente). Podemos resumir sus puntos centrales en:
Interacción constante entre percepción y acción
El individuo no reacciona de forma lineal a un estímulo, sino que explora el entorno en busca de claves perceptivas que guíen el acto motor, no es un mero espectador que reacciona.
Cada ensayo de movimiento ofrece retroalimentación online, promoviendo ajustes inmediatos en la ejecución.
El contexto como variable terapéutica fundamental
La terapeuta diseña o modifica el entorno y la tarea (por ejemplo, la altura de una mesa, distancia de un juguete, tipo de superficie…) para generar condiciones que favorezcan el aprendizaje motor.
Esto contrasta con enfoques anteriores, centrados en manipular directamente al paciente o en perseguir un patrón normal de movimiento en entornos muy controlados (típico del jerarquismo)
Movimiento autoiniciado y adaptación funcional
Se prioriza que la persona inicie la acción, explorando y descubriendo nuevas soluciones motoras.
La intervención se orienta tanto a restaurar la función (cuando sea posible) como a compensar y adaptar el entorno, según la cronicidad o la naturaleza de la patología (Levin et al., 2009; Winstein et al., 2016).
El rol del terapeuta como facilitador
El profesional pasa de ser quien corrige a quien acompaña y potencia la exploración y la práctica en entornos reales.
Se promueve la colaboración con la familia y el equipo transdisciplinar, especialmente en pediatría (Novak et al., 2019).
Relación con otras hipótesis de control motor
Reflexógenas: Aunque la teoría ecológica reconoce que los reflejos forman parte del repertorio del SNC, está en contra de entender al sistema nervioso como un sistema únicamente reactivo y defiende el papel de la anticipación y predicción.
Jerárquicas: No se niega la existencia de niveles de control, pero se considera que el movimiento funcional surge de una interacción dinámica con el entorno, y no solo de la liberación o inhibición de niveles inferiores.
Sistémicas y Dinámicas: Comparte la visión de la autoorganización y la importancia de la variabilidad, pero la ecológica subraya aún más la dimensión socioambiental, el aprendizaje situado y la modificación del entorno como estrategia terapéutica. De hecho, se puede entender a la ecológica como una evolución de la teoría sistémica en la que el individuo es desplazado hacia el entorno, es decir, como el terapeuta tiene muy poca potencialidad en la manipulación de las variables individuales, centra la evaluación y la manipulación en el contexto. Hipótesis como el embodiment son un puente entre la dinámica de sistemas y las teoría ecológica.
Aplicaciones clínicas
Intervención en infantil y atención temprana
La investigación en niños con parálisis cerebral o retrasos en el desarrollo motor ha destacado la eficacia de intervenciones que se realizan en el contexto natural (casa, escuela, parque) y donde participan padres y cuidadores (Novak et al., 2013; Novak et al., 2019). Los pilares se resumen en:
Movimiento autoiniciado: la niña ensaya posturas o desplazamientos a partir de la atracción que se establece con estímulos significativos, no se anda por anda, sino que el desplazamiento nace en el estímulo.
Orientación a la tarea: se facilita que logre actividades funcionales (por ejemplo, alcanzar un juguete a cierta distancia).
Enriquecimiento ambiental: cambios en superficies, disposición de objetos, integración de estímulos sensoriales relevantes... pueden hacer que emerjan estrategias creativas. No se trata de crear un ambiente multisensorial porque sí, sino de que cada estímulo tenga una razón de ser, tenga que ser integrado y priorizar una acción con respecto a otra (respuesta a las llamadas claves perceptivas o perceptual clues).
Educación familiar: las familias pueden detectar oportunidades de práctica en actividades cotidianas, sin sobrecargarlas con listas de ejercicios que el niño deba repetir de manera mecánica.
Con este abordaje, el aprendizaje motor se generaliza mejor y la niña integra la habilidad en la rutina diaria. Además, se refuerza la motivación y se previenen frustraciones asociadas a intervenciones poco funcionales o muy alejadas de su vida real.
Terapia neurológica en adultos
En personas con ictus, lesión medular o enfermedades neurodegenerativas, la práctica centrada en entorno (por ejemplo, entrenar la marcha en escenarios reales, adaptar la cocina para el autocuidado, usar soportes de comunicación en situaciones cotidianas...) favorece la recuperación de funciones o el mantenimiento de la máxima independencia (Winstein et al., 2016). Por ejemplo, una persona que desea volver a jugar dominó en el bar de su barrio:
El terapeuta evalúa las habilidades residuales y diseña modificaciones (altura de la silla, apoyos para mantener la postura, tableros de comunicación si hay afasia...).
Se entrena la actividad en el propio entorno o en uno que sea lo más similar posible.
La familia o el círculo social se implica para reforzar esas oportunidades de participación.
Este enfoque, además de promover la actividad física y cognitiva, incrementa la adherencia al tratamiento y potencia la red de soporte social del paciente.
Barreras y retos para su implementación
Condiciones laborales y organizativas: Trasladar la terapia fuera del centro supone tiempo, costes y logística, lo que puede colisionar con la estructura de algunos servicios sanitarios.
Formación e identidad profesional: El personal sanitario debe asumir un rol colaborativo, distinto del modelo paternalista de corrección de patrones. Esto implica formación específica y un cambio de mentalidad.
Expectativas familiares y culturales: Muchas familias y pacientes esperan ejercicios y un control constante por parte del profesional. Educar en la participación y la autonomía puede chocar con creencias arraigadas.
Evaluación de resultados: Son necesarias herramientas que midan la participación real, la calidad de vida y el grado de integración en actividades significativas (escalas GAS, mediciones basadas en CIF, cuestionarios familiares...), en lugar de limitarse a escalas de rango articular o de tono muscular.
A pesar de estos desafíos, la aproximación ecológica ha ido ganando terreno en los últimos 20 años, fortaleciéndose con hallazgos en neurociencia, psicología del aprendizaje y estudios de la eficacia del tratamiento a largo plazo.
Conclusiones
Las teorías ecológicas ofrecen una comprensión del control motor en la que el entorno y las actividades significativas ocupan un lugar central. Más que perseguir la normalización de patrones, se busca maximizar la funcionalidad, la autonomía y la participación de la persona en su contexto inmediato. Sus principios pueden articularse con postulados de otras teorías (reflexógenas, jerárquicas, sistémicas, evolutivas) para brindar una atención integral.
Este enfoque cobra especial relevancia en la infancia, aprovechando la plasticidad de los primeros años y la implicación natural de la familia en el día a día, así como en adultos con daño neurológico o enfermedades progresivas, donde se prioriza la calidad de vida y la dignidad ocupacional. Aunque la implementación conlleva retos (formación, organización, evaluación), la evidencia científica señala que la intervención centrada en el entorno promueve resultados más sostenidos y una integración verdadera de la persona en la sociedad.
Referencias
Gibson, J.J. (2014). The Ecological Approach to Visual Perception: Classic Edition (1st ed.). Psychology Press. https://doi.org/10.4324/9781315740218
Levin, M. F., Kleim, J. A., Wolf, S. L. (2009). What do motor "recovery" and "compensation" mean in patients following stroke?. Neurorehabilitation and neural repair, 23(4), 313–319. https://doi.org/10.1177/1545968308328727
Novak, I., McIntyre, S., Morgan, C., Campbell, L., Dark, L., Morton, N., Stumbles, E., Wilson, S. A., & Goldsmith, S. (2013). A systematic review of interventions for children with cerebral palsy: state of the evidence. Developmental medicine and child neurology, 55(10), 885–910. https://doi.org/10.1111/dmcn.12246
Novak, I., Morgan, C., Fahey, M., Finch-Edmondson, M., Galea, C., Hines, A., Langdon, K., Namara, M. M., Paton, M. C., Popat, H., Shore, B., Khamis, A., Stanton, E., Finemore, O. P., Tricks, A., Te Velde, A., Dark, L., Morton, N., & Badawi, N. (2020). State of the Evidence Traffic Lights 2019: Systematic Review of Interventions for Preventing and Treating Children with Cerebral Palsy. Current neurology and neuroscience reports, 20(2), 3. https://doi.org/10.1007/s11910-020-1022-z
Shumway-Cook A, Woollacott MH.** Motor Control: Translating Research into Clinical Practice. 5th ed. Lippincott Williams & Wilkins; 2017.
Winstein, C. J., Stein, J., Arena, R., Bates, B., Cherney, L. R., Cramer, S. C., Deruyter, F., Eng, J. J., Fisher, B., Harvey, R. L., Lang, C. E., MacKay-Lyons, M., Ottenbacher, K. J., Pugh, S., Reeves, M. J., Richards, L. G., Stiers, W., Zorowitz, R. D., & American Heart Association Stroke Council, Council on Cardiovascular and Stroke Nursing, Council on Clinical Cardiology, and Council on Quality of Care and Outcomes Research (2016). Guidelines for Adult Stroke Rehabilitation and Recovery: A Guideline for Healthcare Professionals From the American Heart Association/American Stroke Association. Stroke, 47(6), e98–e169. https://doi.org/10.1161/STR.0000000000000098
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